Este programa combina una obra temprana de Wolfgang Amadeus Mozart con la última que escribió (que dejó inconclusa). Mucho de la producción sacra mozartiana no se frecuenta. De las 18 misas sólo suelen escucharse la Gran Misa incompleta y la "Coronación", fuera de ellas y del Requiem sólo el tardío "Ave verum" goza de popularidad. Pero hay además Litanías, Vísperas y muchas piezas breves. Entre estas últimas, tres Regina Coeli, que son antífonas marianas. Dos de ellas son de primera época (K.108 y 127), están en cuatro partes y duran unos 15 minutos. También existe la K. 276. La que hoy escucharemos es la K.127. Estaba Mozart en Salzburgo y tenía 16 años. Su estructura sigue la forma de la cantata napolitana. Hay una división tripartita del texto y los primeros dos movimientos están precedidos por preludios orquestales. El "Regina Coeli" inicial es para coro, "Allegro maestoso". Sigue una expansiva aria para soprano coloratura en cinco secciones, "Quia quem meruisti". Se notan dos interrupciones corales en "Resurrexit" antes del cierre con cadenza de soprano. El Alleluia final combina la soprano con el coro.
Se conocen bien las circunstancias misteriosas del encargo realizado al compositor en Julio 1791 por el Conde Franz Von Walsegg-Stupach a través de un emisario de un Requiem. Está desmentida la fábula del envenenamiento de Mozart por Salieri, aunque las conjeturas sobre el motivo de la muerte de Wolfgang son varias y sin pruebas. Pero el Requiem, pese a que sólo algunas partes fueron terminadas por Mozart y otras fueron completadas por su amanuense Franz Xaver Süssmayr y varios otros compositores de su entorno, mantiene un nivel de intensidad metafísica que en sus obras religiosas sólo es alcanzado por ciertos movimientos corales de la Misa No. 18. Musicalmente es una síntesis del estilo clásico con el arte contrapuntístico del Barroco, más algunas intuiciones de terrible garra dramática romántica.
En la instrumentación se nota el color especial sombrío que le otorgan los tres trombones y los dos "corni di bassetto". Teniendo en cuenta la muy disímil capacidad de Mozart y de los que completaron el Requiem, es asombroso el grado de unidad y calidad que muestra la partitura, y son muchos los momentos de muy fuerte impacto. El retorno de la fuga del Kyrie al final del Agnus Dei quizá no sea lo que Mozart hubiera hecho, pero sin duda esa maravillosa pieza tiene tal densidad expresiva que redondea admirablemente la obra.
Pablo Bardin