En las "Soirées Musicales Premium 2010" de Bella Música
El brillante Horacio Lavandera

Fue realmente excelente el recital que brindó Horacio Lavandera en esta nueva reaparición en el medio local. Radicado actualmente en Madrid, nuestro compatriota se presentó el martes en el elegante Salón Mermoz del Sofitel Buenos Aires, en la segunda función de las 'Soirées Musicales Premium 2010', y su labor, desplegada en el marco de un programa salpicado con cierta libertad, lo mostró no solamente afianzado de manera plena en sus rasgos técnicos, sino también en un nivel de madurez y sensibilidad interpretativas que lo destacan de manera creciente.

UNA FRASE

Lo que parece principalmente remarcable a esta altura en el pianista porteño, es su prodigiosa capacidad para el desenvolvimiento de períodos con estructuras dinámicas acabadamente cerradas en su intensidad, inflexiones, gradaciones y tensión. Ello es desde ya resultado de una exquisita, innata musicalidad, pero también de un arte de notorio vuelo, en el que confluyen crescendos y diminuendos, 'rubati', esfumaturas y mordentes, así como también diáfanas escalas ascendentes y descendentes, 'rallentandi', trémolos y sobre todo un sentido del fraseo y una pulsación, ya sea neta o casi alada, sobresalientes en orden a la obtención del reflejo sonoro deseado para cada nota y para cada tecla.

AUTORES DIVERSOS

Organizada por 'La Bella Música', la jornada se inició con la Cuarta de las Sonatas Parisinas, de Mozart, vertida con afiligranada delicadeza y células alquímicamente hilvanadas en su interacción secuencial, trabajo casi 'a la Scarlatti' sucedido por la célebre 'Patética', de Beethoven. En la traducción de esta pieza de tanta pasión y fuste virtuosístico, tal vez se echó de menos en el tecladista de veintiséis años un recorrido de mayor profundidad y extroversión (ese 'torbellino emocional' al que alude un colega), pero debe decirse de todos modos que su ejecución no dejó de ser palpitante, homogénea, bien trazada en su enfoque global.

Los dos 'Impromptus' de Schubert que siguieron fueron objeto de un relato armonioso, de serio y sólido entramado, y a partir de allí, tres fantasías sobre temas de Johann Strauss y Georges Bizet, genuinos fuegos de artificio.

Ya en el final y como bis, la más famosa de las Rapsodias Húngaras de Liszt alcanzó una edición brillante, arrebatadoramente transparente en sus fragmentos de mayor velocidad, determinada en sus claroscuros y en una rítmica de sostenida elocuencia.

Carlos Ernesto Ure

Artículo: cortesía diario La Prensa, 17/06/2010.