La Bella Música se suma al homenaje mundial que celebra los 250 años del nacimiento de Mozart, con un doble concierto sinfónico coral donde se interpretará una transparente filigrana de alegría como es la cantata REGINA COELI K 127 y la última obra del compositor: el REQUIEM K 626, para cuatro solistas, coro y orquesta en la versión Mozart-Süssmayr. Dentro de su inmensa obra, el Requiem (que Mozart sintió como propio) es un verdadero legado a la Humanidad de gran religiosidad, lirismo, profundidad y belleza atemporal.

Este homenaje es un compromiso con el que deseamos expresar nuestra admiración al más grande músico de la Historia. La admiración que siempre ha suscitado la obra de Wolfgang Amadeus Mozart persiste dos siglos y medio después de su nacimiento. Y persistirá por siempre porque Mozart es inmortal, más allá de las modas y de los estilos.

Hablar de Mozart es referirse al genio de la música que supo conservar sus cualidades de niño prodigio, fue ingenuo, provocador, imaginativo, único, constituyéndose en el espíritu creador, en acto puro como ningún otro músico.

La calidad, la claridad y la cantidad de sus obras asombra cada vez más a especialistas e intérpretes. Y su música no ha dejado de deslumbrar a las nuevas generaciones.

Para ejemplificar el genio de Mozart bastaría con dar algunas cifras: murió sin haber cumplido los 36 años, y dejó un catálogo de más de 600 obras, que abarcan todos los géneros y son de una maestría absoluta. Mozart componía música sublime a una velocidad extraordinaria: el concierto nº 16 para piano y orquesta fue escrito en una semana; "La clemenza di Tito", en 18 días...

Mozart genial, descubrió y devoró la vida a cada segundo. Inseparable del niño perpetuo... El tiempo se le acabaría y su misión en el arte (seguramente él lo intuía) debía cumplirse... Su inigualable capacidad creadora no tenía fin, pero debían cumplirse los plazos de su vida. Y de alguna manera cada vez que se interpreta una obra Mozartiana su espíritu brilla nuevamente.

Su luz se expande, a la manera de ese faro que elegimos como símbolo. Luz que, en tiempo de oscuridad, servirá para retomar el rumbo.

Patricia C. Pouchulu